Los momentos extraordinarios se construyen de un montón de momentos cotidianos y ordinarios.
Reflexiones de un domingo gris durante "mi tiempo entre costuras"...
De pronto, vuelven a mí los recuerdos de mi infancia, de las tardes de lluvia en Misiones. Esa lluvia bendita que refresca en un muy caluroso verano y el olor a la tierra colorada humedeciéndose.
La tía China y doña Tomasa están cosiendo, sentadas en la galería de mi casa de Posadas. Y jugando junto a ellas, sin querer, estoy aprendiendo a dar mis primeras puntadas.
Para que dejara de molestarlas, me dan un retazo de tela y la tía me enseña a surfilar. ¿Surfi..qué? ¡Surfilar!
En mi imaginación, tomo unos mates ricos con esos fragmentos del pasado. Y con la abuela modista y con la abuela bordadora. Aquellas Marías que jamás pude conocer personalmente pero de quienes, además del nombre, heredé la pasión por crear cosas bellas.
Cuando decido emprender este nuevo desafío, una de las primeras cosas que me pasan al volver a Buenos Aires es recibir un regalo inesperado: una bolsa enorme repleta de lentejuelas, canutillos, hilos y paillettes que pertenecían a mi abuela paterna.
La tía María Elisa (si… somos muchas Marías en la familia) la encuentra cuando hacía limpieza en uno de sus armarios. Por más de 30 años esas cosas esperaban pacientes por alguien les devolviera la oportunidad de brillar.
Estaba recibiendo un tesoro, para mí, invaluable. La posibilidad de conectarme con la abuela María de la Cruz a través de compartir algo que a ella le encantaba: bordar.
Lo tomé como una señal indudable de que mis manos no iban a coser ni bordar solas nunca más, porque en realidad jamás lo hicieron. Y hoy me doy cuenta que esto es mucho más grande.
Que somos no solo la suma de nuestras capacidades y deseos, sino también la suma de las capacidades y sueños de quienes estuvieron antes que nosotros.
De las historias de las mujeres de mi familia, de su sensibilidad e inquebrantable fortaleza, de sus “tiempos entre costuras” con mates ricos y anécdotas, de esa chispa que sentían en el alma cuando creaban se alimenta este sueño que emprendo hoy: Mumuna.
Mi homenaje para aquellas quienes hacían de cada obstáculo ¡magia de la más bella!
Mientras estamos siendo en el presente, unimos eslabones de lo que fue y de lo que anhelamos que sea. Cuando, por un breve instante, esos tres momentos colisionan y la luz de la posibilidad le gana la batalla al ogro del “no se puede” vemos como se manifiesta aquello que tanto deseamos.
Nos damos cuenta de que la magia existe y que, más allá de que la suerte haya o no pasado a visitarnos, somos nosotras las hacedoras de milagros.
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Nos leemos pronto.
Con cariño...
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